La siguiente selección de relatos corresponde a una lista mental y personal de sueños que he tenido y los cuales a pesar de que algunos se remonten a mas dieciséis años atrás dejaron tan poderosa impresión en mi mente conciente al momento de despertar que me ha sido imposible olvidarlos, recordándolos muchas veces con infinidad de detalles de la misma forma que recuerdo las escenas mas memorables de mis películas favoritas; razón por la cual algunos de estos sueños han quedado fuera de esta recopilación y trabajo sobre ellos en el formato de guión cinematográfico.
SUEÑO DE LAS AZOTEAS (Nosotros, la televisión)
Durante alguna noche del verano de 2008.
Íbamos hacia arriba, por alguna razón, la chica y yo subíamos por la escalera adosada a la gran pared plana del enorme tanque de agua del edificio. Llegamos arriba y una vez ahí, la miré y ella me devolvió una sonrisa, ella me recordaba a alguien que amé, pero no podía ser esa persona y no tenia tiempo para detenerme a mirarla, llevábamos prisa. Ya en la cima de nuestro edificio contemple las azoteas de los demás edificios, algunas de ellas mas elevadas que en la que estabamos parados nosotros, otras extrañamente escalonadas como gigantescas piezas de una formidable escalera para gigantes, sabia que tenia que correr a través de los techos, era la única manera de escapar a lo que venia; fue ahí mientras miraba los techos cuando empecé a oír la gente allá abajo, en la calle. Sonaban como suelen hacerlo siempre las gentes de las grandes ciudades, el bullicio incesante de motores y bocinas y voces que hablan o gritan con alguien más, sea otra persona en la calle, al teléfono o en sus cabezas; como sea, sonaban “normal”.
Tome de la mano a mi compañera y la guié hasta la azotea del techo vecino, de ese trepamos un poco mas y pasamos al siguiente, fuimos afortunados, la enfermiza necesidad de espacio en la ciudad había convertido los techos de los edificios en una suerte de acera en la que para recorrerla solo bastaba trepar o bajar un poco de tanto en tanto; seguimos recorriendo los techos. El primero (el nuestro) pintado en un tono bordó ajado por el sol, el siguiente verde musgo, el próximo blanco y así los colores se iban sucediendo… y el sonido en la calle cambiaba, de momento no sabia especificar en que, pero cambiaba.
Giramos a la derecha pasando junto y por debajo de cuerdas llenas de ropa sacudiéndose al viento (aún recuerdo el olor del enjuague flotando al sol )usamos una parrilla llena de grasa y carbones viejos para conseguir llegar al techo siguiente; debajo en las calles ya no se oía lo mismo, el bullicio había cambiado a gritos, gritos que provenían del interior de las casas. Solté la mano de mi compañera mirándola fugazmente como para comunicarle que ya regresaba (algo había cambiado en ella, ¿Era su cabello de otro color? ¿Sus ojos? ¿Acaso era otra persona?) Esforzándome para superar mi vértigo me asomé por una cornisa, efectivamente los gritos provenían del interior de las casas, gritos de angustia y de dolor, cada tanto oía incluso algún que otro gruñido, no animal, un gruñido humano, el que haría un humano poseído por la rabia. Me alejé de la cornisa, volví a mi compañera, tome su mano y continuamos, ahora sabia que ella ya no era la misma que me acompañaba en un principio, como lo había sido la anterior esta joven también guardaba una admirable similitud con alguien que amé, fui conciente en ese momento que estaba siendo parte de un engaño, algo o alguien quería que perdiera el tiempo y me adosaba tan adorable carga, pero no sabia cual era la finalidad de todo eso, por lo que seguí, corrimos otra vez más, llegamos esta vez a una terraza particularmente alta, desde ese punto la manzana donde nos encontrábamos no parecía cuadrada en lo absoluto sino que tenia la forma de un alucinante rectángulo que se extendía con tan solo unos pocos metros por uno de sus lados mientras que continuaba hasta el horizonte por los otros, así que continuamos corriendo hacia el horizonte, cada tanto nos deteníamos y yo volvía a espiar la calle, las cosas debajo cambiaban con extrema rapidez, de los gritos se paso al ruido de destrozos pronto el sonido de sirenas de policías y bomberos inundo el aire, mas luego el estridente arrastrar metálico de orugas militares; sin lugar a dudas algo extremadamente malo estaba sucediendo debajo, la gente corría en las calles, estaban desquiciados, se mataban entre ellos, se disparaban, se daban puñetazos, palazos o simplemente dentelladas, eran imágenes de purísimo caos , eran imágenes de la extinción de esta sociedad. Y para volver aun mas oscura mi suerte, cada vez que volvía de mirar la calle hacia mi compañera, ella cambiaba de aspecto. Corrimos un poco mas y trepamos a través de otra parrilla para llegar a la siguiente terraza, ahí fue cuando me di cuenta de que a pesar que llevábamos mas de media hora corriendo en línea recta al horizonte, no habíamos hecho mas que avanzar en circulo, ya que estábamos en la misma terraza bordó de donde salimos. El engaño había sido consumado, estaba atrapado; los gritos y gruñidos ya no se limitaban a las calles debajo, podía oírlos ahora en las escaleras del edificio, pronto llegarían a la azotea. Quien me acompañaba ahora ya no poseía ningún rasgo familiar para mi, extenuado por la carrera y sabiendo que era inútil pretender avanzar ya que de una forma u otra llegaría al mismo lugar de donde partí, giré sobre mis talones y contemplé la cornisa, mi única vía de escape, un viaje rápido hacia la acera veinte pisos mas abajo.
Con la luminosa claridad mental del que ya no tiene nada mas por perder comencé a correr. Faltando unas zancadas mas para llegar al borde del abismo, me reempuje como quien esta participando en una competencia de salto en largo, y salté.
Lo que sentí a continuación me es incluso hoy (ya fuera del sueño) difícil de describir.
Iba cayendo de espaldas hacia el piso, podía sentir la resistencia del aire, la dirección de mi cuerpo. Caí así tan solo por unos pocos pisos, luego empecé a avanzar hacia las paredes al otro lado de la calle, así como venia, de espaldas y con el impulso de la caída, mas cuando faltaba muy poco para llegar al otro lado y sin duda sufrir una espantosa muerte reventado contra los muros, percibí el ascenso, estaba subiendo rápidamente trazando una parábola de lado a lado de la calle, superé por poco la altura de los edificios del otro lado de la calle y cuando me preguntaba cuando mas ascendería, empecé a caer nuevamente, esta vez mi descenso era mas lento y diagonal, casi como un derrapar controlado, y fui a dar a una enorme azotea revestida en sin duda costosísimas baldosas de piedra lustrada, caí sobre ella a unos 45° y derrapé sobre mi espalda por algo así como unos 6 metros, atónito y desorientado por la experiencia, permanecí ahí acostado durante segundos que me parecieron inconmensurablemente largos, mirando el cielo sin mirar en realidad, como quien se salva por los pelos de un accidente y queda en ese estado que no es el de shock sino mas bien de una sorprendente beatitud. Mientras me reponía de la experiencia, oí pasos, no alcance a incorporarme cuando aparecieron en mi rango visual dos niños de nos más de 4 años, respirando como lo hacen los cachorros de perros, babeando también, me miraban con boquiabierta fascinación, no pude entonces dejar de pensar en los perros, pero sus ojos pronto me llevaron a otra cosa, había algo en ellos, algo… fijé mi vista en los ojos de uno de estos niños y noté que donde debía estar el color característico de un iris humano, sea del color que sea, este niño tenia un negro profundo, tanto o más que la misma pupila y es más… tenia pequeñas galaxias girando en ese negro abismal! Apavorado trate de pararme, pero solo logré arrastrarme hacia atrás un metro o dos, cuando ahí la voz madura y calma de un hombre. – Atrás! Déjenlo! – Los niños-perro se alejaron, el hombre se acercó a mi y me tendió una de sus manos para ayudarme a levantarme, en la otra mano llevaba un trago que sin duda él no había preparado, lucia como un millonario, sus manos eran delicadas y con las uñas arregladas, vestía una camisa de cuello alto color marfil extremadamente fina, fresca sin duda, sobre ella llevaba un saco de lino color azul, remataba el conjunto un moño del mismo tono que la camisa, su rostro era de alguien cerca de los 70 pero sus ojos (que apenas se dejaban ver detrás de sus lentes tornasolados) emanaban la energía propia de las mentes altamente brillantes, sin importar si su portador es una buena o mala persona. No se si hubiese soportado una mirada directa de aquellos ojos.
Una vez de pie, pude apreciar lo inmensa que era esta azotea, debía representar 4 o 5 veces el tamaño de una regular, no había mucho en ella más que la ya descripta pulcritud pulida de su revestimiento en piedra, una gran antena parabólica en una de sus esquinas y una mesa para patio fabricada en madera con una sombrilla estilo colonial sobre ella y tres sillas que le hacían juego, una para mi anfitrión, en otra se encontraba sentada una hermosa señorita, posiblemente una modelo, de aire cansino y desinteresado. La tercer silla presumí que era para mi. Mi anfitrión me sonrió y me dijo – Por fin ha llegado, estábamos esperando… es mas hasta tenemos el trago listo para usted- A lo que miré sobre la mesa y efectivamente había un trago igual al que él sostenía, una suerte de vermouth con naranja. Casi tartamudeando pregunté – Pero ¿Quiénes son ustedes…? la gente abajo… se están matando… ¿Quién…? – Él, sonrió esta vez con toda su boca, mostrandome los dientes más pulcros y caninos que boca humana puede tener, me tomó por uno de mis brazos a la altura del codo y me guió hasta la silla que me aguardaba, avancé con mil preguntas en la cabeza, sobre todo la gente y los niños con galaxias en los ojos, volví a preguntar mirando a mi anfitrión – ¿Qué esta pasando? ¿Quién hizo esto? – a lo que él sin perder la sonrisa contestó. -¿Eso ahí abajo? Ah, no te preocupes por eso, lo hicimos nosotros.- Bebió un sorbo pequeño de su trago, sonrió a la modelo. -¿Nosotros?- pregunté y él dijo con total calma. – Si, nosotros… la televisión.
Y desperté.
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